Entrevista en El Heraldo a Daniel Ferreira, Viaje al interior de una gota de sangre

Entrevista a Daniel Ferreira, por Fabián Buelvas
El Heraldo
Filbo | Miguel Menéndez


El pasado sábado 29 de abril, Daniel Ferreira (San Vicente de Chucurí, Santander, 1981) presentó en la Feria Internacional del Libro de Bogotá Viaje al interior de una gota de sangre, novela publicada por primera vez en 2011 y editada en esta ocasión por Alfaguara. El libro cuenta el horror de un pueblo que un día, mientras celebra su reinado popular, es masacrado por un grupo de encapuchados.

La historia de ese pueblo es la historia de cientos de pueblos de Colombia que sufrieron en carne viva la guerra, el dolor y la muerte durante el tiempo más oscuro que ha trascurrido en este país. Una historia criminal que parece –contra todo pronóstico– empezar a acabarse, y por eso Ferreira, al inicio de la FilBo, dijo celebrar el fin de la caza de carne humana en las selvas
de Colombia.

 P  En una entrevista anterior dijiste que querías escribir las historias de violencia no contadas del siglo XX en Colombia, lo que quedó en las grietas de hace 30, 40 y 50 años. ¿Cuál crees que es la responsabilidad de un escritor con la historia del país?

R  Yo trabajo con la realidad, pero con formas literarias. Lo importante es no confundir la ficción con la no ficción. El arte viene después de la memoria. Un descenso en la barbarie monótona del país permitiría examinar con cabeza fría el pasado, pero algo como el actual proceso de paz no había ocurrido. A las guerrillas liberales las traicionó el poder y de ahí salieron las guerrillas de los sesenta y los Vásquez Castaño, los Tirofijo. El proceso de paz más cercano fue Casa Verde, y lo bombardearon. La paz con el M-19 y la Constituyente fue otro momento, pero un placebo para la verdadera paz si se observa con distancia la cotidianidad ensangrentada de los años noventa. La reinserción paramilitar fue un simulacro de pacificación. Ahora podría empezar un punto cero, un posconflicto. Sería necesario para que la mirada que hacemos todos sobre el pasado observe distintos nexos ocultos en esta guerra. Para mí esa distancia la impone la ruptura entre generaciones y ahora el posconflicto. Nosotros juzgamos duramente a la generación que permitió el Frente Nacional y la de los sesenta que quisieron hacer una revolución y acabó en ese aparato de guerra. En el futuro, la generación del posconflicto no nos habría perdonado hundir la paz con las Farc, y no creo que nos perdonen la incoherencia del plebiscito.

La ‘responsabilidad del escritor’ parece ser un malentendido que impone un peso de ideas comunistas sobre el artista que asuma esa postura, pero para mí tiene que ver con estar de lado de la verdad y la justicia, como fue la postura de Camus desde la ética individual, o la postura del testigo insobornable en Orwell.

 P  Tu última novela, ‘Viaje al interior de una gota de sangre’, es un sumario del horror que representa la Violencia en Colombia. Háblanos un poco de ella.

R  La violencia es una parte de un relato. El mito completo, su antes y después no podría explicarse solo con violencia. La novela transcurre en un pueblo lleno de individuos a los que una matanza convierte en sujeto colectivo, atados a un destino que parece borrarles la vida personal. Los personajes de la novela intentan ser un arquetipo, como la mujer embarazada y muerta que pintó Obregón en su cuadro; más que la representación de una mujer es una gran pregunta sobre la humanidad, sobre una época, sobre las capas acumuladas de un territorio, sobre quién mata a quién y por qué lo mata. El viaje es el recorrido de un niño por un paisaje de barbarie.

 P  El hecho de que ocurra en un pueblo recuerda a ‘La casa grande’, de Álvaro Cepeda Samudio. ¿Qué influencias literarias sustentan tu novela?

R  Seguro que estoy en deuda con la novela de Cepeda, a la que regreso cada vez que lo necesito para recordarme a dónde puede llegar la gran literatura. Todo lo que has leído es necesario para ser quien eres. Las lecturas, más que sustentar mis escritos, sustentan mi vida. Aprendí de Tomas Eloy Martínez que hay un caudal de la literatura donde se estrellan la realidad y la ficción y toman un nuevo rumbo. Busco ese lugar en Viaje al interior de una gota se sangre.

 P  Como si se tratara de un cuadro de
Brueghel, en ‘Viaje al interior de una gota de sangre’ retratas a todos los que, directa o indirectamente, participaron de la barbarie como víctimas o victimarios. ¿Es posible llegar a alguna verdad, en este caso una verdad histórica, a través de la ficción?

R  Dudo que la literatura pueda erigirse como juez de la historia, pero puede quitarle mordazas y vendas a los lectores y empujarlos a confrontar aquello que les ha sido impuesto como verdad: verdades religiosas, políticas o morales. Esos simulacros de verdad se derrumban en la literatura.

 P  Tus novelas han sido premiadas en México, Argentina y Cuba, y publicadas en esos países antes que en Colombia. ¿A qué crees que se debe que primero te hayan reconocido en el extranjero?

R  Hubo una época en que La Habana, Buenos Aires, Ciudad de México, Caracas y Barcelona eran el eje cultural de la literatura. Ahí se editaron las obras fundamentales de los autores del boom: La región más transparente, en primera edición, está fechada en La Habana. Cien años de soledad fue fenómeno en Buenos Aires. Vargas Llosa estalló en Barcelona, tras el Seix Barral, y Cortázar. Esos escritores no vivían en las ciudades donde sus obras fueron publicadas por primera vez. Creo que esa época terminó por la forma del mercado actual. Hablamos una lengua franca, pero los tirajes son ínfimos, y es difícil que una obra sea conocida por fuera de la frontera. Para la pasada fiesta de San Jordi, un editor de España advirtió lo que no se lee allá: temas latinoamericanos y africanos, salvo si son de la época imperial. La concentración editorial y sus imposiciones deben mucho a ese modelo que explica que nos enteremos primero del premio de los libreros de Madrid que del Hispanoamericano de cuento García Márquez. Se necesita algo más que suerte para ser editado, así que mi buena suerte no lo explica y tampoco es que haya llegado a miles de lectores donde fui editado antes. Lo que intento explicar es que no es una decisión que esté en manos de los autores, sino que es un asunto extraliterario. Lo que importa para los lectores son las grandes obras que dejan las corrientes ocultas de estos océanos de libros, las que mejor retraten y resignifiquen su época, las que serán imitadas y dinamitadas. Las obras que van a mantener viva la literatura y vivo el idioma.

 P  ‘Viaje al interior de una gota de sangre’ es uno de los libros que conforman lo que has llamado la Pentalogía de Colombia. ¿En qué consiste este proyecto literario?

R  Un coro de voces que atraviesa un siglo, que es el siglo XX en Colombia, es lo que busco. Viaje al interior de una gota de sangre se sitúa en la época de las matanzas de la extrema derecha armada contra las poblaciones controladas por la extrema izquierda armada. Mi otra novela, Rebelión de los oficios inútiles, trata sobre las confrontaciones por la tierra en los años setenta. Las que vienen se sitúan en otras épocas, todas con técnicas y procedimientos literarios distintos y una obsesión por los personajes trágicos. Para mí, el gran arte es el arte trágico.