Rafael Antúnez presenta La balada de los bandoleros baladíes


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Fuente: La jornada

El criminal de hoy no es un bárbaro nato. No se es asesino por una cuestión congénita. El crimen nace de la exclusión, de la ignorancia, de la pobreza, de la desigualdad. Es una forma de ascenso social. Así lo expresó el colombiano Daniel Ferreira, autor de La balada de los bandoleros baladíes, texto que en 2010 le valió el Premio Latinoamericano a Primera Novela Sergio Galindo, otorgado por la Editorial de la Universidad Veracruzana (UV).

Durante la presentación del volumen en la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2011, Ferreira expresó que el crimen opera bajo las condiciones que le impone la sociedad y que matar para vivir sólo puede surgir en un mundo donde el concepto de vida se ha desvalorizado.

“En nuestro mundo matar es un trabajo y la impunidad garantiza que éste pueda ser asumido por cualquiera. La guerra es una industria y los asesinos de cualquier bando, legal o ilegal, son la mano de obra del gremio: sus excesos no tienen culpa”.

Señaló que los crímenes se despersonalizan al asumirse como órdenes y se legitiman con la impunidad, “porque si nadie paga por los crímenes todos los desmanes se pueden cometer poco a poco”.

El asesino no es necesariamente un monstruo; el crimen se elige dentro de las opciones que la misma sociedad ofrece para ascender socialmente, sostuvo Ferreira. Asimismo, comentó que el hecho de que la profesión de asesinar “alcanzase un estatus social” propició enormes despliegues mediáticos y una expectativa “enfermiza” por lo criminal. Por ello, opinó, el arte debe ir al fondo y es desde éste que debe plantearse una exploración de la violencia.

En tanto, el escritor Rafael Antúnez opinó que La balada… “es un libro inmisericorde que, como la realidad de la cual se nutre, no tiene contemplaciones. Pocos libros como éste, dispuesto a perder sus lectores con tal de seguir fiel al mundo que inventa, no al que copia”.

Agregó que “es una novela rica en invenciones que simula la realidad en sus más diversas expresiones. Si algo nos enseña es que quien pierde la esperanza, quien no posee ternura, quien pierde las ilusiones, está muy cerca de convertirse en un monstruo capaz de todo”.

Rafael Antúnez (Xalapa, 1960) es autor de La isla de la mentira (1996) Mentía usted mejor en parís (2011). El 14 de mayo de 2011, en La feria internacional del libro universitario de Xalapa presentó La balada de los bandoleros baladíes. 

Pentalogía de Colombia, en Puerto Rico

Reseña aparecida en la versión impresa de El nuevo día, diario de Puerto Rico
Trent Parke
Trent Parke-Magnum-Australia

El primer tomo de la pentalogía con la que el autor explora la violencia que lleva viviendo Colombia por décadas nos toma por sorpresa. Los capítulos, de extensión dispareja pero invariablemente corta, funcionan como poemas en prosa con los que se van zurciendo distintas historias que protagonizan unos seres verdaderamente horribles.
Una madre que encierra a su hijo retardado en una habitación sin luz, un bandolero que tantea entre el narcotráfico y las escuadras de la muerte, un padre violador y un hijo enfermo: estas metáforas aterradoras, al igual que los panales de cuerpos despedazados que ruedan hacia los ríos, conforman los paralelos del sumidero humano que hemos dado en llamar “historia de América Latina”.
La novela (galardonada con el premio Sergio Galindo, de la Universidad Veracruzana) seduce al lector, presentándose primeramente como un catálogo de atrocidades; pronto descubrimos que se trata de una melodía pensadísima y triste. Los guiños literarios e históricos sobrepasan el mero juego, y se revelan como comentarios elegantes y necesarios en torno a nuestro continente.
La intensidad de la violencia de las páginas no amaina nunca. El lector ruega por que se trate de caricaturas, de exageraciones sin vínculo con el mundo real; el rezo, como sabe cualquier conocedor de la historia colombiana, parecería rebotar con la bóveda celeste y caer sobre nosotros como piedras. Llega un punto en que la visceralidad del texto causa estragos en la paciencia del lector; si no fuera porque Ferreira es un narrador diestro y porque básicamente cada oración de la novela mantiene una belleza inteligente que recuerda lo mejor de Martin McDonagh y Fernando Vallejo, la lectura se haría inaccesible. Pero esta misma ausencia de esperanza y luz, como las danzas de la muerte y las mejores prédicas del Barroco, implican un
camino al otro lado del cinismo y el desaliento, que recorremos de la mano de un artista.

Alejandro Carpio

Daniel Ferreira en Feria internacional del Libro, Xalapa 2011

En el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario 2011 se presentará La balada de los bandoleros baladíes. La cita es el 14 de mayo de 2011, a las 6:00 p.m. en Xalapa, Veracruz. Daniel Ferreira presentará la novela con un texto especial titulado Vindicación y advenimiento del homo-occidere, o el hombre que mata, una disertación sobre el estereotipo del asesino en la cultura de medios de masas. Luego conversará con los escritores mexicanos Rafael Antúnez y Carlos Manuel Cruz Meza.

18:00
ACTIVIDADPresentación del libro La balada de los bandoleros baladíes, de Daniel Ferreira, editado por la UV. Premio Latinoamericano a Primera Novela Sergio Galindo 
UBICACIÓNGalería de Artes Plásticas, Unidad de Artes 
PARTICIPANTESCarlos Manuel Cruz Meza, Rafael Antúnez y el autor 

Ver programación general en:
http://www.uv.mx/filu/programa/dia/dia.asp?quierofecha=14/05/2011

La balada de los bandoleros baladíes, comentada

La vida fragmentada o la plenitud 'A CACHOS'.
Aparecida en un blog mexicano:
http://asienelcielocomoenlatierra.blogspot.com/2011/04/la-vida-fragmentada-o-la-plenitud.html
Detalle de Guernika intervenido, Pablo Picasso
“No conservamos una forma completa de los otros, con el tiempo. Conservamos fragmentos que valdrán por el todo. Cada vez menos. Cada vez los más metafóricos. Cada vez los pocos y exactos que habrán de recordarnos que felices no fuimos, pero que en verdad lo intentamos”. Lo anterior es un manifiesto puro de lo que podría denominarse pesimismo optimista u optimismo sombrío.
Una declaración de guerra a la poesía: no más metáfora, bienvenida sea la metonimia. Nunca más la totalidad de la unidad sino el fragmento disperso, la esquirla, la pedacería dando cuenta de la existencia (anterior) de un todo. Ahí donde hay una parte, existe unidad.
Esta fragmentación unificada es lo que rescato de la lectura de La balada de los bandoleros baladíes de Daniel Ferreira. El colombiano sabe lo que escribe cuando emplea la digresión narrativa para dar cuenta de sujetos rotos –fragmentados- por la guerrilla, el narco y lo que se acumula ya en la sociedad colombiana tras décadas de violencia.
En la novela de Ferreira no solamente está cortada la historia, también carecen decompletud los personajes (cojean), sus voces (problemas de habla), sus cuerpos todos (monstruosos, idiotas, deformados/transformados y despiezados). La unidad del sujeto, como la del relato y la de la voz narrativa están suspendidas ya para siempre en un universo que consigue su coherencia en la ilógica de su existencia. Una entropía textual que habla de un (pretendido) orden anterior al tiempo y espacio de lo narrado.
Mantener la unidad, es un deseo inútil del que pasan los personajes de esta novela cuya atmósfera, violenta las certezas de quienes hemos vivido en otro tipo de incertidumbres: “desde los diez años estoy dándole al mundo y no soy capaz de desbaratarlo”, confiesa un personaje sin amargura ni pena, si acaso con el deseo de continuar en resistencia.
Hace un par de años, un interlocutor antioqueño me decía, que lo que vivimos en México, es agua pasada en Colombia. Que lo peor estaba por venir. No sé qué significa ‘lo peor’, pero mientras uno se adentra en las páginas de Ferreira el asombro crece y la barbaridad del fragmento anterior es superada por el siguiente y así acontece sucesivamente hasta engarzar un salterio de avemarías descontinuadas y no por ello, menos amargas y dolorosas.
La realidad mexicana se antoja des/dibujada en el relato del colombiano y quizá por eso también sacude más allá de los límites del texto. Las páginas de los diarios no han mostrado aún (¿todo?) el horror que atrae aparejado consigo el poder y la ignorancia, que de eso se trata cuando se habla de narcotráfico, estado fallido, corrupción y ‘daños colaterales’, por ser breve.
Y sin embargo, queda a quien lee la tarea de resignificar la obra como una invitación a la resistencia o a la esperanza. O a ambas. El narrador tiene la sutil generosidad de advertirnos: “aquél que tenga supersticiones y no tenga un método para contrarrestarlas estará perdido”. Unidad en el fragmento, humanidad en la barbarie, confianza en la sinrazón, son apenas islotes de una pangea simbólica que nos permiten habitar (vivir es una pretensión) los linderos del precipicio. Y en estas palabras no existe asomo de malagüerismo. Lo juro.