Entrevista a Daniel Ferreira, sobre Petalogía de Colombia

Paula Conde
Fuente: La Razón

Con el objetivo claro, el escritor colombiano Daniel Ferreira se propuso contar la historia de la violencia en su país con su mejor herramienta: primero reflexionar y después escribir. A esa historia violenta, tan particular, la proyecta en cinco libros, de los cuales ya escribió tres, pero sin seguir un orden cronológico: la llama la “Pentalogía (infame) de Colombia”. Las tres novelas que ya publicó -las tres- fueron premiadas en concursos de distintos países. El primer reconocimiento lo tuvo en México, en 2010, por “La balada de los bandoleros baladíes”. El segundo fue al año siguiente, en Cuba, por “Viaje al interior de una gota de sangre”. Y el último fue hace poco, en noviembre, aquí, en Argentina, por “Rebelión de los oficios inútiles”, que obtuvo el 17° Premio Clarín de Novela.
Para el talentoso escritor, nacido hace 33 años en San Vicente de Chucurí, a 410 kilómetros de Bogotá, su última novela es “pesimista”, porque relata parte de la violencia de los años 70, desde tres puntos de vista: el de una líder social, el de un periodista y el de un terrateniente. Y lejos del “Realismo Mágico” de las novelas de García Márquez, acá se trata, por el contrario, de algo así como un “Realismo Descarnado”: “En el lugar en el que crecí, la realidad no era mágica, era una realidad muy cruda. Es un pueblo donde había que velar todos los días a un muerto”, contó a poco de ganar este escritor de lectura voraz (lee hasta diez libros a la vez).

Decís que querés “eliminar la violencia de tu vida”, ¿te sucedió algo en particular? 
_No soy víctima de la violencia política colombiana. Si lo hubiera sido, no sería escritor y en mi interior solo habría espacio para mi dolor y para exigir justicia. Quisiera sacar la violencia de mi narrativa para explorar algo nuevo. Por ahora, me lo impide esta obsesión por narrar un siglo de barbarie doméstica. Tal vez la literatura, esta invención de la realidad, permita exorcizar la violencia del medio social en el que viví, de mi inconsciente. La violencia es el martillo de Faulkner: sólo una herramienta más de los escritores.

¿Por qué la violencia como tema constante? 
_Colombia ha pasado pocos años de su vida republicana sin barbarie y todos los que gozamos de un segundo de lucidez siempre nos preguntamos cómo llegamos a que la única institución democrática fuera la fosa común. Me interesa trabajar con la memoria de esas violencias. Cuando el tiempo de una generación pasó, se convierte en memoria para la siguiente, que es la que puede narrar con distancia el horror de una dictadura o del terrorismo narcotraficante. Mi proyecto literario es crear una cadena de voces que atraviesan un siglo. Ver, a través de esas vidas imaginadas, cómo se despedaza una sociedad y cómo es la lucha por la vida.

¿Podrías hacer una “pentalogía de la violencia” de América Latina? 
_La literatura es el estado general de la vida en todas partes. El siglo XX en América Latina dejó una huella de derrotas y exilios que derivan de violencias políticas y sociales como la guerra entre el Estado peruano y el senderismo, Como las dictaduras del cono Sur, como los estallidos en Cuba o Venezuela o en Centroamérica, como la violencia en México. Grandes escritores han convertido ese pasado en fuente de su literatura: “2666”, “La virgen de los sicarios”, “El crimen del siglo”, “Santa Evita” prueban que para la literatura 50 años no son nada.

¿Qué temas vas a abordar en las próximas dos novelas? 
_Con los libros por venir, si soy digno de que sus personajes me elijan, abordaré un pasado cada vez más distante en el tiempo de Colombia. Voy apenas por los 70. Me faltan varios horrores: la desaparición forzada, el terrorismo, el horror del bipartidismo y la gran cicatriz, la Guerra de los Mil Días. Pero después de “La balada...”, que aborda los 90 y las matanzas paramilitares en Colombia, todo me parece pura novela rosa.

La literatura colombiana está marcada por García Márquez, ¿qué diferencias hay con la producción actual? 
_Fuera del país, tal vez sigan imaginando que todo son mariposas amarillas y ninfas que vuelan, pero el “Realismo Mágico” es un camino clausurado. El García Márquez de “Cien años de soledad” no es el mismo de “Crónica de un secuestro”. García Márquez es un gran faro para los lectores extranjeros, pero no necesariamente para los escritores colombianos más recientes.

¿Cómo describís tu estilo? 
_Sólo puedo decir que rehúyo de las categorías y trato de cambiar todos los enfoques, tiempos y voces y retórica para cada obra. Hasta ahora he escrito “crónica metafísica”.

¿Qué autores argentinos te gustan? 
_“Santa Evita” (Tomás Eloy Martínez) y “Los pichiciegos” (Rodolfo Fogwill) son novelas que leí con pasión. Las dos provienen de episodios punzantes de la historia argentina, pero, a la vez, son tergiversaciones de la historia oficial. Y ahora quiero descubrir a Saer y a Laiseca porque tengo dos amigos fanáticos que me dijeron: “No te podés morir sin leer a este par de boludos”.