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Viaje al interior de una gota de sangre, de Daniel Ferreira, Editorial Universidad Veracruzana 2014
Viaje al interior de una gota de sangre, novela ganadora del Premio Latinoamericano de Novela Alba Narrativa 2011, ha sido reeditada por la Universidad Veracruzana 2014 y se presentará en la Feria del Libro de Xalapa (Veracruz, México) el 10 de Mayo de 2014 a las 20:00 horas en el Auditorio Central, UVI.
Presentan: Rodolfo Mendoza, Agustín Del Moral Tejeda, Jorge Lobillo y el autor, Daniel Ferreira.
Daniel Ferreira, Viaje al interior de una gota de sangre
por: A. Martínez [21 feria internacional del libro de Cuba]
http://feriadellibro.cubaliteraria.cu
Algunos escriben, digamos, por impudicia; porque jamás les alcanzaría el tiempo y el espacio de una vida para mostrarse, darse enteros; ellos que son uno con el universo, que son todas las cosas y los hombres del mundo a la vez. Otros escriben, digamos, a causa de una timidez mitocondrial y asfixiante; porque se adivinan nada, piedra en el fondo del río, partícula de sal en el golfo del tiempo; sufren su propia lucidez y lloran con esa voz ventricular que es la escritura.
Daniel Ferreira –ganador del Premio ALBA Narrativa 2011– me pareció enseguida del segundo tipo de escritores. Lo escuché leer algunos fragmentos de su novela La balada de los bandoleros baladíes y su voz coja, trastabillante, vagarosa me dio casi pena. El hombre se encimaba sobre las páginas del libro; lo tomaba y lo acercaba a su rostro como si fuera a besarlo; pero seguía leyendo, sin mucha vista.
Leía algo que no ocurría en ninguna parte, sino en la mente de alguien. Confusión, desasosiego, una multitud de personas y cosas revueltas en el cerebro de un ser atormentado, tal vez demasiado sensible o demasiado golpeado. De cualquier manera, lo que escuché me pareció muy bueno, por momentos alucinantes.
Al terminar la lectura –en predios del Centro Cultural Dulce María Loynaz [La Habana]–, fui hasta él y le pregunté por las cosas que escribía (aunque haya ganado el mencionado premio, aún no he leído nada suyo):
«Me interesa [por ahora] el tema de la violencia cíclica en Colombia, a lo largo del siglo XX. Escribo una pentalogía narrativa basada en algunos de los momentos de esa violencia.»
Y, ¿por dónde va esa saga?
«La balada de los bandoleros baladíes y Viaje al interior de una gota de sangre (ganadora del ALBA Narrativa 2011), ambas novelas publicadas en Cuba en esta Feria del Libro, pertenecen a ese conjunto».
Yo pensaba en las novelas de García Márquez, mientras Ferreira le hablaba a la grabadora. En las historias del Gabo siempre o casi siempre la violencia estaba como un velo filtrando las luces y las sombras del mundo narrado; o como un telón de fondo contra el que se recortan personajes y anécdotas. La violencia ambiental colombiana, como el calor cruzado de auras; las guerras civiles a donde partían o de donde regresaban los hombres convertidos en coroneles… Pero Ferreira trae la violencia social, estructural a primer plano (como G. G. M en Noticia de un secuestro).
Cuenta que ha escrito, por ejemplo, sobre la entrada en el conflicto colombiano, décadas atrás, del paramilitarismo. También sobre «un pueblo asesinado en masa; sobre la vida interna de esas personas caídas en una operación de objetivo múltiple, como eufemísticamente se llama a las masacres. Es especie de crónica metafísica para alcanzar lo que el periodismo no refleja».
La vida o la muerte interna de un muchacho era aquello que escuché durante su lectura asordinada, tímidamente violenta y desconcertante.
Indagué acerca de cómo continuará su pentalogía; sobre qué tiene previsto escribir o sobre qué escribe ahora.
«A mí por una suerte de agüero personal no me gusta hablar de mis proyectos, confesó.»
Yo insistí y para mis adentros maldije todas las supersticiones, excepto dos o tres que no revelaré.
«Bueno, digamos que [en abstracto] me interesan los problemas de tierra de los años setenta; los intelectuales de una generación vinculados a la guerrilla; la Guerra de los Mil Días, a inicios del siglo XX, esa gran conflagración en la que se engendraron muchos de nuestros conflictos.»
Iba a peguntarle algo más, pero el joven autor me interrumpió:
«Los conflictos colombianos tienen, como particularidad, una línea que los conecta uno tras otro; son conflictos sin solución, son heridas abiertas que generaron, lamentablemente, nuevos brotes de violencia cada vez más cruda, más desconcertante.»
Asentí, algo de eso he sabido por algunos libros y por los telediarios.
«Mediante la literatura uno trata de revelar el mapa del país en que ha nacido.»][
Después de eso, me saltó de mi interior un periodista (tonto) que llevo dentro. No quiero imaginar la cara festiva con que pregunté por el premio, por esta feria cubana, como si yo mismo estuviera huyendo de las ráfagas de algún narco o paramilitar o secuaz de gorila o de las patas de los caballos del Coronel, en aquella época en que todavía había quien le escribiera.
Ferreira contestó, como es natural y casi obligatorio, que el lauro le dio mucha alegría.
Yo me quedé masticando la palabra «alegría».
Sin embargo, él, magnánimo, siguió hablando y dijo que la prima en metálico era una recompensa a su trabajo, pero que, sobre todo, el premio ALBA Narrativa era importante porque abría la «posibilidad de romper el circuito de lo meramente local a partir de una edición más amplia. Por supuesto, el concurso aún está en construcción; la idea es que los ganadores logremos, con muestras de buena y esforzada escritura, levantarlo como un premio emblemático, que se convierta en opción para los autores de América Latina y el Caribe, más allá de las elitistas plataformas mediáticas actuales.»
A la Feria (como era previsible) la elogió: por el volumen y variedad de autores publicados.
«He encontrado aquí escritores del este europeo, por ejemplo, antologías de cuentistas polacos; caribeños; e, incluso, colombianos que ni siquiera había conocido en mi país ][La noche del bareño, Mejía Duque, Poesía completa de Angel Escobar].»
Fue lo que hablamos. Y me quedé con dudas sobre su clasificación como escritor porque, después de todo, no me pareció tan tímido, tan trastabillante y corto de vista. Tal vez se reconozca un grano de sal en el océano, pero aun así le da por protestar...][
Daniel Ferreira se contrae, se ensimisma para luego gritar, acaso como todos los escritores…o acaso no.
En fin, que la taxonomía en literatura es siempre una falacia, indefectiblemente una ficción de ficciones; y el lector de estas líneas debió sospechar desde el comienzo precisamente eso: que no encontré otro modo de comenzar.
Viaje al interior de una gota de sangre, crítica de Alejandro Carpio
Tres novelas colombianas recientes
Por Alejandro Carpio*
"Entre el 2010 y 2011 hubo tres premios literarios importantes que ganaron sendas novelas colombianas que tratan el tema de la violencia. En 2010, Antonio Ungar gana el Premio Herralde con Tres ataúdes blancos; en 2011, el Premio Alfaguara se lo llevó Juan Gabriel Vásquez con El ruido de las cosas al caer; finalmente, el Premio Alba Narrativa le fue otorgado a Daniel Ferreira por su novela Viaje al interior de una gota de sangre ese mismo año. Estos tres premios demuestran una serie de correspondencias. En lo que respecta a esta ponencia, subrayo la necesidad de los narradores colombianos de abordar las condiciones que marcan su realidad política; en el caso de los lectores, el interés que la violencia colombiana suscita. El texto fue presentado en la Feria del libro de Santo Domingo, República Dominicana, 2012. Puede leerse íntegro en:
Aquí el aparte dedicado a Viaje al interior de una gota de sangre, Editorial Arte y literatura, La Habana 2012
Viaje al interior de una gota de sangre abre con un certamen de belleza en el cual las participantes se "prostituyen", en cierto sentido, para ganar los mejores donantes de fondos. Nos enteraremos después de que los campesinos se han organizado políticamente, azuzados por el padre Bernardo (apodado "cura comunista" por sus rivales), pero en los primeros capítulos de la novela el narrador nos presenta vida y encolerizada muerte de sus personajes con un buen grado de desapego. No escuchamos una voz que enjuicie la tragedia; al parecer, la crudeza de la masacre ha dejado boquiabierto al narrador, quien se sirve de imágenes aparentemente inocentes, pero cargadas de múltiples significados para contar su historia. Doy como ejemplo tanto las escenas crepusculares (e.g., "el sol hunde en el vientre de la llanura su antorcha sangrienta", 26) que corresponde a la caída de estas víctimas de la violencia, como el catálogo de platos de comida que ensombrecen la tranquilidad de un pequeño pueblo colombiano y anuncian el desastre irrevocable: "Hay capones de cerdo rellenos con verdura y morcillas henchidas de arroz sangroso, arrobas de yuca cruda y papa bañada con rehogaos de tomate y cebolla donde sobrevuela una nube espesa de moscas con alas de encaje y moscardones de ribetes metálicos. Las rodajas de carne de cabro pasada por miga de pan forman un cerro en un platón de aluminio. Con la sangre y las menudencias del carnero se han preparado tres poncheras más de pepitoria rendida en arroz y huevos duros, sazonado todo con cabezas de ajo, tomillo, pimienta negra, flores de romero y briznas de laurel que se promocionan con un cartel en moldes rojos" (9). El pan nuestro de cada día viene ensangrentado; la dieta diaria de la Colombia que retrata Ferreira incluye buenas dosis de sangre. Unas páginas más tarde, leemos: "Matilde Sopetrán, sorda como un totumo desde un parto complicado del cual el feto nació muerto, no advierte la cantinela de balas y sigue pulverizando adobo en el mesón de comidas sin saber que el charco de sangre que escurre por la acera no es de ternera sino del cuerpo de su compañera Cristina Dulcey, ahora muerta sobre morcillas sangrosas" (19-20). Este fragmento ilustra el estilo compacto y metafórico de Ferreira. Una mujer sorda que parió un hijo muerto recibe un balazo mientras prepara la comida.
A pesar de su brevedad, el texto de Ferreira está poblado de un buen número de personajes, ante cuya vida y muerte asistimos. Si en el primer capítulo presagian la muerte de la mayoría, en el segundo connotan el fin de la niñez y el despertar sexual. El joven voyeur que se enamora de la bañista Delfina descubre el sabor del cuerpo de su amada: cebolla y aceite de almendras. Más tarde, luego de sobrevivir la tragedia, puede reconocer el sabor de hierro oxidado mezclado con el del el cuerpo exánime de la muerta (34). Mediante una alusión sensorial, la voz narrativa nos comunica la contaminación a la que el despertar sexual del niño se ha sometido. [6] Olor y sabor del sujeto deseado desde la inocencia infantil (inocente por lo pacífico, no por la ausencia de angustia erótica) son profanados por el hierro, metonimia de muerte aquí.
El nombre de la muchacha, Irigna Delfina, apunta tanto al fuego como al agua: al contacto entre el sol y el mar y, por lo tanto, al crepúsculo, motivo perseverante del texto. Al morir, Irigna sabe a hierro: el hierro candente, se sobreentiende dentro del marco de este juego conceptual, marca con carimbo al joven enamorado. En la novela de Ferreira las víctimas de la violencia tienen nombre propio, historia y antecedentes; son los verdugos quienes ocultan su identidad bajo la capucha, el anonimato y la infamia. De esta forma, al narrador le concierne menos el tiroteo atroz de las primeras páginas que las pasiones, miedos y hasta el sabor de la piel de las víctimas. Y también sus venganzas y clemencias. Irigna Delfina se topará de frente, fusil en mano, con Urbano Frías, quien la poseyó abusando de su superioridad económica (Urbano), y cuyo nombre alude al despego o crudeza (Frías; quizás también a la impotencia) de la ciudad, que ve al campo desmoronarse sin hacer nada, pero también de los ricos, no más civilizados que el resto. Irigna Delfina, encapuchada y convertida en verdugo de sus conciudadanos, verá a Urbano huir de ella. No se trata del único episodio de rencilla personal confundida con violencia ideológica. La guerra fratricida de Colombia se nutre de las minúsculas discordias entre los vecinos y las hace girar vertiginosamente hasta que cobran la proporción de la catástrofe.
Para finales de los setenta, la guerrilla colombiana les había robado (o “recobrado para el pueblo”, según dicte la terminología ideológica) dinero, propiedades y ganado tanto a los grandes terratenientes como a la nueva clase narcotraficante, que recién empezaba a agigantarse. Cuando una guerrilla marxista, el M-19, raptó a la hermana de un amigo de Pablo Escobar, la gota horadó la piedra. [7] Los blancos de la guerrilla (entre ellos, una compañía petrolífera estadounidense [8] ) se organizaron y crearon quizás el primer grupo paramilitar importante, el MAS, o Muerte a Secuestradores. Aunque inicialmente se supone que atacaran blancos guerrilleros, el MAS (y su continuador, las AUC, formadas luego de la caída del Cartel de Medellín) empezó a torturar y asesinar a todo aquel que consideraran colaborador de la guerrilla marxista, como sindicalistas, trabajadores sociales, misioneros, líderes comunitarios y periodistas.
En la novela de Ferreira, es el MAS quien fustiga a todo un pueblo por haberle hecho caso al padre Bernardo, un “cura comunista” que tiene todos los visos de ser un teólogo de la liberación. "Después de la matanza de campesinos durante el pacto xxx que terminó en tragedia" (116), el cura contrata a un ebanista de nombre Enoc para que pinte un fresco en el mural de la iglesia "con escenas de tortura y martirio sobrepuestas en un mosaico desconcertante al estilo de Goya". El sacerdote es consciente de que el cuadro puede acarrearles la muerte a ambos y así se lo indica a Enoc. Le recuerda además que en la Antigüedad se asesinaba a los mensajeros que relataban una tragedia y que ellos son mensajeros de tragedias.
La escena en que se describe la pintura se presenta precisamente como una reflexión en torno a la vocación del artista de la violencia (Enoc lo es, pero también el joven autor Ferreira). Para el padre Bernardo, está claro que la pintura "aparte de ser una obra de arte, no significaba nada; o que significaba todo según los ojos de quien la tuviese al frente" (116). Cuando, al final de la novela, Enoc y Bernardo salen de la iglesia para enfrentar la muerte a manos del MAS, parecerían convertirse en personajes del cuadro. En este punto, el texto se torna ambiguo y no podemos precisar si estamos frente a una retrospección o a un milagro secreto, en el cual el pintor entra en su propia obra y se convierte en parte de ella (aunque ambos personajes son, obviamente, parte de una obra de arte mayor: la novela que tenemos en nuestras manos).
Leemos: "Pasaba noches en vela en la contemplación de aquella fracción del mural, asombrado ante la inexplicable ocurrencia de hallarse a sí mismo dibujado de pronto entre el espectáculo de su propio fin" (117). El fusilamiento del artista no es la única alusión a un cuento borgesiano; haber pintado el fresco equivale a la inútil superstición de Jaromir Hladík, quien –cito al maestro argentino– "con lógica perversa infirió que prever un detalle circunstancial es impedir que éste suceda. Fiel a esa débil magia, inventaba, para que no sucedieran, rasgos atroces; naturalmente, acabó por temer que esos rasgos fueran proféticos".
El nombre de Enoc, como podemos recordar fácilmente, alude al hijo primogénito de Caín, y sirve así como recuerdo del fratricidio bíblico, replicado en la Colombia de Ferreira; pero también había otro Enoc, quien anduvo de la mano de Dios y no murió. ¿Se apunta, de esta forma, a la idea de que el arte puede trascender la muerte y la violencia, aunque habitemos un valle en el cual los hermanos se matan unos a otros?
La novela maneja la estructura narrativa de manera distinta de La balada de los bandoleros baladíes, aunque con destreza equiparable. Ya no estamos ante un rompecabezas que cobra sentido al final, sino que presenciamos retrospecciones que permiten, no ya entender la trama, sino inclinarnos hacia los personajes. Además, por supuesto, conjeturamos las causas de la masacre, que implican a un sacerdote "comunista" y a la escuadra paramilitar que pacifica el pueblo a base de ráfagas de metralleta y tiros de gracia.
La explicación política (guerrilla versus autodefensa; ambos versus el campesinado; narcos y gobierno triunfantes) da pie a otras minúsculas causas de violencia: rencillas internas ante cuyas historias asistimos. Las minúsculas reyertas entre los habitantes del pueblo propendían hacia la hostilidad y el resentimiento; la verdadera violencia, sin embargo, baldea la posibilidad de odio o redención.
Puede que al final se perfile el paraíso perdido de ensueño, el espacio campestre arcádico que no equivale a otra cosa que a una existencia sosegada: a un pasado que debió ser o a un futuro no vislumbrable aún.
*Alejandro Carpio. Escritor y crítico literario. Doctor en Literaturas Hispánicas (Universidad de Puerto Rico). Autor de El Papel de lija (2012).
Viaje al interior de una gota de sangre, en Puerto Rico
Reseña aparecida el Domingo 1 de abril 2012, diario El nuevo día, Puerto Rico
Como su título indica, la segunda entrega de la "Pentalogía de Colombia", de Daniel Ferreira, se perfila como un viaje hacia la inmolación.
Al principio de la novela, los atardeceres y los platos de comida (rodajas de cabro, sangre de carnero) ensombrecen la tranquilidad de un pequeño pueblo colombiano y anuncian el desastre irrevocable. El texto abre con una masacre en la que mueren unos personajes cuyo anonimato se esfumará en los capítulos subsiguientes. La novela maneja la estructura narrativa de manera distinta de La balada de los bandoleros baladíes, aunque con destreza equiparable. Ya no estamos ante un rompecabezas que cobra sentido al final, sino que presenciamos retrospecciones que permiten, no ya entender la trama, sino inclinarnos hacia los personajes. Además, por supuesto, conjeturamos las causas de la masacre, que implican a un sacerdote "comunista" y a la escuadra paramilitar que pacifica el pueblo a base de ráfagas de metralleta y tiros de gracia. Un joven que despierta sexualmente, un ebanista contratado por la iglesia, varias participantes de un patético certamen de belleza, patriarcas pueblerinos y un niño inteligentísimo habitan brevemente el texto. El hermoso y tristísimo viaje, narrado hacia lo más entrañable de sus deseos y miedos, se origina en la explosión de sangre. La explicación política (guerrilla versus autodefensa; ambos versus el campesinado; narcos y gobierno triunfantes) da pie a otras minúsculas causas de violencia: rencillas internas ante cuyas historias asistimos. Las minúsculas reyertas entre los habitantes del pueblo propendían hacia la hostilidad y el resentimiento; la verdadera violencia, sin embargo, baldea la posibilidad de odio o redención.
Puede que al final se perfile el paraíso perdido de ensueño, el espacio campestre arcádico que no equivale a otra cosa que a una existencia sosegada: a un pasado que debió ser o a un futuro no vislumbrable aún.
Mónica Gómez presenta Viaje al interior de una gota de sangre, en La Habana
Presentación Viaje al interior de una gota de sangre, Premio Alba Narrativa, Feria internacional del libro de La habana, febrero 2012.
Mónica Gómez*:
[…] La novela Viaje al interior de una gota de sangre interesará a los lectores desde el primer instante de la lectura. Su historia empieza una tarde del mes de septiembre en un pueblo que se prepara para elegir la reina de la belleza, durante la celebración de las ferias populares. De repente irrumpe un grupo de encapuchados en una camioneta negra. Buscan al cura del pueblo, al que acusan de revolucionario y comunista. Podría ir contando el argumento completo de la novela, sin que ello influya en el posterior disfrute de la lectura, pues lo que singulariza y hace atractivo este texto es la manera en que está narrada su historia; la estructura circular de la novela.
En el primer capítulo, titulado La hora de las sombras largas, tiene lugar lo que podríamos denominar el núcleo circular de la novela, donde un narrador omnisciente, en tercera persona, nos relata lo que ocurre después de la llegada de los encapuchados. Los diferentes recursos que utiliza el narrador para atrapar al lector y crear lo que podríamos denominar “el suspenso”, son elementos a destacar. Específicamente, me refiero a como el narrador va reiterando y dilatando las horas, con diferencia de minutos, en que va ocurriendo cada uno de los sucesos narrados. Cuando uno termina la lectura del primer capítulo, cualquier lector podría pensar que el narrador ya nos ha dicho todo lo que sucederá. Sin embargo, es en el segundo capítulo, titulado Las mujeres locas que asesinaron a Orfeo (y fijen también su atención en los sugerente de los títulos de cada capítulo) en que la novela se va haciendo cada vez más interesante. Ahora la historia va a ser narrada de forma fragmentaria, como con cortes cinematográficos, mediante constantes retrospectivas y rupturas temporales (desde el punto de vista de algunos de los personajes que habían sido mencionados en el primer capítulo). Esta peculiar estructura posibilita que el lector viaje entre el pasado y el presente de los personajes que transitan por la novela. Así nos aproximamos a conflictos de personajes como Delfina, alrededor de la cual se orquestan otros personajes de la historia: una muchacha cuyo padre contrabandista fue asesinado al regreso de Venezuela, y su madre la obliga a tener relaciones con un hombre mayor por dinero. Encontramos también a un maestro de escuela alcohólico que llegó a ese pueblecito para tratar de averiguar cómo fue asesinado años atrás su abuelo pintor, comunista y homosexual. Se conocen también pasajes de la vida del cura, al que los encapuchados llegan buscando, así como sus ideas liberales. Además la historia de un niño, que vive en el hotel del pueblo con su madre, personaje de gran importancia y cuya narración es uno de los pasajes más impactantes de la novela. A medida que avanzamos en la novela, todas estas historias que nos pueden parecer alejadas y sin conexión entre sí, se van entretejiendo de forma magistral y permiten un diálogo muy activo con el lector, en la medida en que éste va reconstruyendo y organizando los diferentes pasajes de la novela.
Los invito entonces a que compren y lean Viaje al interior de una gota de sangre. No porque su autor esté sentado a mi lado, sino porque es una excelente representante de la narrativa escrita por jóvenes en Latinoamérica. Y ahora, que sea el propio Daniel quien nos hable de su novela. […]
Daniel Ferreira:
[...] Gracias Mónica. Creo que acaba usted de evitarme la penosa labor que es hacer la propia sinopsis de la novela que uno escribió. Voy a comentar brevemente ese proyecto personal llamado tentativamente Pentalogía de Colombia. No es un proyecto apresurado, sino en el que llevo trabajando muchos años como si se tratara de una sola obra. En realidad son cinco novelas que ambientan algunos de los episodios y momentos de los conflictos sociales que ha tenido Colombia a lo largo del siglo XX. Esta novela en particular [Viaje al interior de una gota de sangre] está situada en un universo histórico alusivo que viene a ser los años ochentas del siglo pasado: una década que vio complejizar el conflicto armado al ver surgir los primeros cuerpos de ejércitos paramilitares, en zonas aisladas, rurales, y que hacia los años noventas controlarían ya zonas extensas y específicas del territorio nacional. En este tiempo alusivo es que se da el argumento de la novela. Los demás volúmenes (uno de los cuales presenté en esta misma feria el día de ayer) ambientan otras épocas. A diferencia de esta novela (que explora y trata de recomponer la vida de un grupo de personajes que van a ser asesinados) La balada de los bandoleros baladíes es la antítesis de Viaje al interior de una gota de sangre, porque aborda la vida de los criminales, en los años noventas. Son, si se prefiere, perspectivas antagónicas, pero complementarias. Lo que buscaba explorar en esta novela es el mundo interior de la víctima en el momento en que su vida es segada. Esto no se puede hacer con el periodismo, por los grilletes de la realidad a que se obliga el cronista. Pero con la literatura se puede transformar el tiempo, hacer estas retrospectivas, digresiones, estas anamnesis, estos recuerdos involuntarios que ha ido mencionando Mónica en su extraordinaria presentación. Y bueno, estoy muy contento de haber recibido el premio Alba Narrativa. Creo que con obras que muestren experimentaciones formales se puede ir dando una buena muestra del mapa de narradores que tienen Latinoamérica y se puede consolidar el premio como un referente (además de convertir en una alternativa para escritores que venimos de zonas de penumbra editorial). Para no extender más este evento porque ya viene el anuncio del ganador del tercer certamen, los invito a escuchar ahora a la editora de El papel de lija y a su autor, Alejandro Carpio, que siempre nos hace reír con su ingenio [...]
*Mónica Gómez, editora al cuidado de la edición cubana de Viaje al interior de una gota de sangre, editorial Arte y literatura, 2012.
Mónica Gómez*:
[…] La novela Viaje al interior de una gota de sangre interesará a los lectores desde el primer instante de la lectura. Su historia empieza una tarde del mes de septiembre en un pueblo que se prepara para elegir la reina de la belleza, durante la celebración de las ferias populares. De repente irrumpe un grupo de encapuchados en una camioneta negra. Buscan al cura del pueblo, al que acusan de revolucionario y comunista. Podría ir contando el argumento completo de la novela, sin que ello influya en el posterior disfrute de la lectura, pues lo que singulariza y hace atractivo este texto es la manera en que está narrada su historia; la estructura circular de la novela.
En el primer capítulo, titulado La hora de las sombras largas, tiene lugar lo que podríamos denominar el núcleo circular de la novela, donde un narrador omnisciente, en tercera persona, nos relata lo que ocurre después de la llegada de los encapuchados. Los diferentes recursos que utiliza el narrador para atrapar al lector y crear lo que podríamos denominar “el suspenso”, son elementos a destacar. Específicamente, me refiero a como el narrador va reiterando y dilatando las horas, con diferencia de minutos, en que va ocurriendo cada uno de los sucesos narrados. Cuando uno termina la lectura del primer capítulo, cualquier lector podría pensar que el narrador ya nos ha dicho todo lo que sucederá. Sin embargo, es en el segundo capítulo, titulado Las mujeres locas que asesinaron a Orfeo (y fijen también su atención en los sugerente de los títulos de cada capítulo) en que la novela se va haciendo cada vez más interesante. Ahora la historia va a ser narrada de forma fragmentaria, como con cortes cinematográficos, mediante constantes retrospectivas y rupturas temporales (desde el punto de vista de algunos de los personajes que habían sido mencionados en el primer capítulo). Esta peculiar estructura posibilita que el lector viaje entre el pasado y el presente de los personajes que transitan por la novela. Así nos aproximamos a conflictos de personajes como Delfina, alrededor de la cual se orquestan otros personajes de la historia: una muchacha cuyo padre contrabandista fue asesinado al regreso de Venezuela, y su madre la obliga a tener relaciones con un hombre mayor por dinero. Encontramos también a un maestro de escuela alcohólico que llegó a ese pueblecito para tratar de averiguar cómo fue asesinado años atrás su abuelo pintor, comunista y homosexual. Se conocen también pasajes de la vida del cura, al que los encapuchados llegan buscando, así como sus ideas liberales. Además la historia de un niño, que vive en el hotel del pueblo con su madre, personaje de gran importancia y cuya narración es uno de los pasajes más impactantes de la novela. A medida que avanzamos en la novela, todas estas historias que nos pueden parecer alejadas y sin conexión entre sí, se van entretejiendo de forma magistral y permiten un diálogo muy activo con el lector, en la medida en que éste va reconstruyendo y organizando los diferentes pasajes de la novela.
Los invito entonces a que compren y lean Viaje al interior de una gota de sangre. No porque su autor esté sentado a mi lado, sino porque es una excelente representante de la narrativa escrita por jóvenes en Latinoamérica. Y ahora, que sea el propio Daniel quien nos hable de su novela. […]
Daniel Ferreira:
[...] Gracias Mónica. Creo que acaba usted de evitarme la penosa labor que es hacer la propia sinopsis de la novela que uno escribió. Voy a comentar brevemente ese proyecto personal llamado tentativamente Pentalogía de Colombia. No es un proyecto apresurado, sino en el que llevo trabajando muchos años como si se tratara de una sola obra. En realidad son cinco novelas que ambientan algunos de los episodios y momentos de los conflictos sociales que ha tenido Colombia a lo largo del siglo XX. Esta novela en particular [Viaje al interior de una gota de sangre] está situada en un universo histórico alusivo que viene a ser los años ochentas del siglo pasado: una década que vio complejizar el conflicto armado al ver surgir los primeros cuerpos de ejércitos paramilitares, en zonas aisladas, rurales, y que hacia los años noventas controlarían ya zonas extensas y específicas del territorio nacional. En este tiempo alusivo es que se da el argumento de la novela. Los demás volúmenes (uno de los cuales presenté en esta misma feria el día de ayer) ambientan otras épocas. A diferencia de esta novela (que explora y trata de recomponer la vida de un grupo de personajes que van a ser asesinados) La balada de los bandoleros baladíes es la antítesis de Viaje al interior de una gota de sangre, porque aborda la vida de los criminales, en los años noventas. Son, si se prefiere, perspectivas antagónicas, pero complementarias. Lo que buscaba explorar en esta novela es el mundo interior de la víctima en el momento en que su vida es segada. Esto no se puede hacer con el periodismo, por los grilletes de la realidad a que se obliga el cronista. Pero con la literatura se puede transformar el tiempo, hacer estas retrospectivas, digresiones, estas anamnesis, estos recuerdos involuntarios que ha ido mencionando Mónica en su extraordinaria presentación. Y bueno, estoy muy contento de haber recibido el premio Alba Narrativa. Creo que con obras que muestren experimentaciones formales se puede ir dando una buena muestra del mapa de narradores que tienen Latinoamérica y se puede consolidar el premio como un referente (además de convertir en una alternativa para escritores que venimos de zonas de penumbra editorial). Para no extender más este evento porque ya viene el anuncio del ganador del tercer certamen, los invito a escuchar ahora a la editora de El papel de lija y a su autor, Alejandro Carpio, que siempre nos hace reír con su ingenio [...]
*Mónica Gómez, editora al cuidado de la edición cubana de Viaje al interior de una gota de sangre, editorial Arte y literatura, 2012.
Entrevista a Daniel Ferreira, Premio de Novela Alba Narrativa 2011
*El colombiano, ganador del Premio ALBA Narrativa 2011 expresó su opinión como galardonado de este concurso internacional y reveló parte de su experiencia con la escritura.
**Entrevista por Mariangel Villasana /Publicada en La voz del escriba (Cuba)
El autor de Viaje al interior de una gota de sangre, novela seleccionada por el jurado del Concurso Latinoamericano de Novela ALBA Narrativa 2011 manifestó en entrevista exclusiva al Fondo Cultural del ALBA que le atrajo que la convocatoria del certamen fuera internacional, con un premio en metálico y una perspectiva de edición alta. Dijo que “el Premio Alba Narrativa puede convertirse en una verdadera plataforma para los autores en ciernes de América Latina. Tiene una buena retribución, un doble premio y una edición decorosa. Ojalá los libros ganadores, los actuales y los próximos, tengan calidad y sean reveladores en sus formas, lenguaje y contenidos, y que el jurado tenga una probada experiencia para convertir el premio en una tribuna visible de la literatura que se escribe en el continente. Sólo con una alta calidad literaria puede consolidarse un galardón. Es mi hipótesis, claro. La publicidad tiene otras”.
¿Cuánto tiempo te tomó escribir la obra ganadora Viaje al interior de una gota de sangre?
El borrador preliminar de la novela fue uno de los primeros textos de largo aliento con que empecé a escribir. Perdió al menos la mitad de su volumen en el camino. Ha tenido 11 versiones en ocho años, y en esos años el manuscrito se redujo hasta las proporciones que tiene hoy. No recuerdo un año de la última década en que no haya pensado en cómo mejorarlo, cómo depurarlo, qué era lo que pertenecía sólo a esa historia. Es el problema cuando un escritor se plantea sagas y no ha adquirido la experiencia suficiente para resolverlas.
¿Cuál fue el elemento fundamental que impulsó esta novela?
Viaje al interior de una gota de sangre nace de una imagen generadora: un niño hace un recorrido por un paisaje de matanza. Conceptualmente, nace también de una pregunta que me sobreviene cada vez que me entero de una nueva masacre en Colombia, en México, o en Libia. ¿Quiénes eran esos seres humanos asesinados, qué vidas tenían, qué buscaban, qué soñaban, de quién eran hijos, de quiénes padres, a dónde se dirigían? Minucias que la cifras soslayan y que el periodismo no puede abordar, pero que la ficción sí. Quería narrar una masacre desde el mundo interior de las víctimas en el momento en que su vida es cegada.
¿Qué efectos quisieras causar en los lectores y las lectoras con tu obra?
El único efecto que me interesa provocar en un lector es que llegue hasta la última página. Creo que es un propósito común a todos los escritores. Mi oficio consiste en dosificar, en mantener los ritmos, en develar, en esconder, en hacer una ficción creíble mientras dure la lectura.
Cuéntanos acerca de tu experiencia como escritor
Tendría algo de cliché y mucho de infatuación decir que mi experiencia como escritor ha sido una mezcla de carencias y de anonimato. Escribir en cualquier parte de América Latina es un oficio silencioso para casi todos, pese a que hoy se publica más que nunca y se ha abierto una brecha editorial para las generaciones más recientes (y además internet empieza a influir en la divulgación de los textos). Tengo 29 años, colaboro en medios on line como Revista Hermano Cerdo de México y El Magazín de El Espectador en Colombia. Llevo un blog, como casi todos los escritores en ciernes. Antes sólo había publicado bajo responsabilidad compartida en Antologías (Novísima narrativa, Grijalbo, y dos de crónica y relato en Colombia). En unos meses tendré dos libros publicados. Llevo escribiendo la mitad de mi vida. Nada qué lamentar.
¿Hay algún autor que haya influenciado tu trabajo como escritor?
No tengo problemas de identidad con las influencias. La única forma de evitarlas sería no leer. Trato de leer doscientas páginas al día. Supongo que a todos adeudo. Sin embargo, hubo lecturas formativas que llegaron temprano en mi vida y que aun me siguen revelando aspectos fundamentales de la escritura, pero sobretodo de la tragedia de vivir en una sociedad. El Faulkner de Luz de agosto, el Jean Giono de Un húsar en los tejados, el Capote de A sangre fría, el Rodolfo Walsh de Operación Masacre, el Camus de La peste, esos son algunos autores con los que mi pobre novela está en deuda.
¿Cómo describes tu estilo literario?
Un estilo es la suma del recuerdo transmutado: todo lo vivido, todo lo sentido, todo lo soñado. Mi estilo literario está en construcción, y espero no desgastarme con una sola fórmula. La solución que te sirvió para un libro no te sirve para otro. Ahora trabajo en una novela que ocurre en el año 1900 y he tenido que aprender a escribir desde cero sobre un mundo del cual desconozco hasta los atuendos de las mujeres.
¿Hay algún aspecto relevante de tu vida que haya influenciado tu escritura?
Tres cosas descubrí en mi niñez y adolescencia que decidieron todo: el teatro, los libros de Camus y la poesía. El cine vino después, cuando me fui a estudiar a Bogotá, y aunque no puedo definir exactamente su impacto, creo que su beneficio mayor es hacerme asistir cada noche a los dramas actuales de muchos rincones del mundo. Nací en provincia, en un pueblo que vivía a la deriva entre dos violencias, la paramilitar y la guerrillera, en la década de los años ochentas. Escribo una pentalogía que aborda las violencias cíclicas de Colombia en un siglo a través de una cadena de voces. Creo que no puedo aun sustraerme al impacto de haber nacido aquí y en esta época.
¿Cuáles son tus expectativas en el mundo literario?
Mis expectativas literarias se reducen a completar Pentalogía de Colombia. Luego haré una novela sobre ciencias ocultas. También haré una biografía metafísica sobre Blaise Cendrars. Escribiré un mamotreto muy gordo que se llamará Teoría del fin de los libros, con más de dos mil ensayos, escolios y reseñas. Haré un libro de viajes, reales o imaginarios, por Asia y América. Llegaré a Europa en barco. Recorreré a pie Colombia. No sé cuántas vidas necesitaré para hacer eso.
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Watter, Trent Parke, Magnum |
El autor de Viaje al interior de una gota de sangre, novela seleccionada por el jurado del Concurso Latinoamericano de Novela ALBA Narrativa 2011 manifestó en entrevista exclusiva al Fondo Cultural del ALBA que le atrajo que la convocatoria del certamen fuera internacional, con un premio en metálico y una perspectiva de edición alta. Dijo que “el Premio Alba Narrativa puede convertirse en una verdadera plataforma para los autores en ciernes de América Latina. Tiene una buena retribución, un doble premio y una edición decorosa. Ojalá los libros ganadores, los actuales y los próximos, tengan calidad y sean reveladores en sus formas, lenguaje y contenidos, y que el jurado tenga una probada experiencia para convertir el premio en una tribuna visible de la literatura que se escribe en el continente. Sólo con una alta calidad literaria puede consolidarse un galardón. Es mi hipótesis, claro. La publicidad tiene otras”.
¿Cuánto tiempo te tomó escribir la obra ganadora Viaje al interior de una gota de sangre?
El borrador preliminar de la novela fue uno de los primeros textos de largo aliento con que empecé a escribir. Perdió al menos la mitad de su volumen en el camino. Ha tenido 11 versiones en ocho años, y en esos años el manuscrito se redujo hasta las proporciones que tiene hoy. No recuerdo un año de la última década en que no haya pensado en cómo mejorarlo, cómo depurarlo, qué era lo que pertenecía sólo a esa historia. Es el problema cuando un escritor se plantea sagas y no ha adquirido la experiencia suficiente para resolverlas.
¿Cuál fue el elemento fundamental que impulsó esta novela?
Viaje al interior de una gota de sangre nace de una imagen generadora: un niño hace un recorrido por un paisaje de matanza. Conceptualmente, nace también de una pregunta que me sobreviene cada vez que me entero de una nueva masacre en Colombia, en México, o en Libia. ¿Quiénes eran esos seres humanos asesinados, qué vidas tenían, qué buscaban, qué soñaban, de quién eran hijos, de quiénes padres, a dónde se dirigían? Minucias que la cifras soslayan y que el periodismo no puede abordar, pero que la ficción sí. Quería narrar una masacre desde el mundo interior de las víctimas en el momento en que su vida es cegada.
¿Qué efectos quisieras causar en los lectores y las lectoras con tu obra?
El único efecto que me interesa provocar en un lector es que llegue hasta la última página. Creo que es un propósito común a todos los escritores. Mi oficio consiste en dosificar, en mantener los ritmos, en develar, en esconder, en hacer una ficción creíble mientras dure la lectura.
Cuéntanos acerca de tu experiencia como escritor
Tendría algo de cliché y mucho de infatuación decir que mi experiencia como escritor ha sido una mezcla de carencias y de anonimato. Escribir en cualquier parte de América Latina es un oficio silencioso para casi todos, pese a que hoy se publica más que nunca y se ha abierto una brecha editorial para las generaciones más recientes (y además internet empieza a influir en la divulgación de los textos). Tengo 29 años, colaboro en medios on line como Revista Hermano Cerdo de México y El Magazín de El Espectador en Colombia. Llevo un blog, como casi todos los escritores en ciernes. Antes sólo había publicado bajo responsabilidad compartida en Antologías (Novísima narrativa, Grijalbo, y dos de crónica y relato en Colombia). En unos meses tendré dos libros publicados. Llevo escribiendo la mitad de mi vida. Nada qué lamentar.
¿Hay algún autor que haya influenciado tu trabajo como escritor?
No tengo problemas de identidad con las influencias. La única forma de evitarlas sería no leer. Trato de leer doscientas páginas al día. Supongo que a todos adeudo. Sin embargo, hubo lecturas formativas que llegaron temprano en mi vida y que aun me siguen revelando aspectos fundamentales de la escritura, pero sobretodo de la tragedia de vivir en una sociedad. El Faulkner de Luz de agosto, el Jean Giono de Un húsar en los tejados, el Capote de A sangre fría, el Rodolfo Walsh de Operación Masacre, el Camus de La peste, esos son algunos autores con los que mi pobre novela está en deuda.
¿Cómo describes tu estilo literario?
Un estilo es la suma del recuerdo transmutado: todo lo vivido, todo lo sentido, todo lo soñado. Mi estilo literario está en construcción, y espero no desgastarme con una sola fórmula. La solución que te sirvió para un libro no te sirve para otro. Ahora trabajo en una novela que ocurre en el año 1900 y he tenido que aprender a escribir desde cero sobre un mundo del cual desconozco hasta los atuendos de las mujeres.
¿Hay algún aspecto relevante de tu vida que haya influenciado tu escritura?
Tres cosas descubrí en mi niñez y adolescencia que decidieron todo: el teatro, los libros de Camus y la poesía. El cine vino después, cuando me fui a estudiar a Bogotá, y aunque no puedo definir exactamente su impacto, creo que su beneficio mayor es hacerme asistir cada noche a los dramas actuales de muchos rincones del mundo. Nací en provincia, en un pueblo que vivía a la deriva entre dos violencias, la paramilitar y la guerrillera, en la década de los años ochentas. Escribo una pentalogía que aborda las violencias cíclicas de Colombia en un siglo a través de una cadena de voces. Creo que no puedo aun sustraerme al impacto de haber nacido aquí y en esta época.
¿Cuáles son tus expectativas en el mundo literario?
Mis expectativas literarias se reducen a completar Pentalogía de Colombia. Luego haré una novela sobre ciencias ocultas. También haré una biografía metafísica sobre Blaise Cendrars. Escribiré un mamotreto muy gordo que se llamará Teoría del fin de los libros, con más de dos mil ensayos, escolios y reseñas. Haré un libro de viajes, reales o imaginarios, por Asia y América. Llegaré a Europa en barco. Recorreré a pie Colombia. No sé cuántas vidas necesitaré para hacer eso.
Literatura y violencia, Daniel Ferreira, Perfil
Caracas, . Agencia Venezolana de Noticias AVN .-
No es un inventario más de asesinatos de la guerra interna en Colombia, en la novela Viaje al interior de una gota de sangre, ganadora del Premio Alba Narrativa 2011, su autor, Daniel Ferreira, busca el mundo interior de las víctimas de la violencia en su país, para dónde iban, qué querían, con qué soñaban.
Cuando nació, hace 29 años, en el departamento de Santander "Colombia era un desastre". Vivió en un entorno marcado por la muerte que recorría su país y por la pugna entre paramilitares y guerrilla. El miedo estaba instalado en el ambiente, estaba en el pasado, hasta en testimonios de sus abuelos y bisabuelos:
"Siempre la vida fue mediatizada por la violencia, la gente se movilizaba de un pueblo a otro porque había violencia, porque estaban quemando las casas, fusilando a hombres en los parques o matando a las mujeres".
Uno de los juegos que compartía con sus amigos en la infancia era ir a ver los cadáveres que dejaba esa violencia en su pueblo y precisamente la imagen de un niño recorriendo las huellas de la matanza fue la que generó la novela Viaje al interior de una gota de sangre.
Con la adultez también llegaron las preguntas, y para responderlas -aunque le interesa la crónica y el reportaje- los recursos del periodismo le parecieron insuficientes para describir profundamente la violencia que ha padecido su nación.
"Usted puede leer una y otra crónica sobre las masacres y sin embargo sentir que no llegan a conclusiones vitales".
Por ello se aferra a la literatura y a las posibilidades de la ficción.
Viaje al interior de una gota de sangre aborda el mundo interior de quienes fueron asesinados en una incursión de objetivo múltiple, una matanza a la colombiana:
"Con qué cosas soñaban, eran padres de... o hijos de.. Trato de humanizarlos, darles rostro", dice.
En uno de los capítulos: Una hoguera para que arda Goya, el autor rescata el mito de los antiguos mensajeros persas, que eran asesinados si llevaban malas noticias, para instalarlo en la modernidad.
"Hay un hombre que pinta un cuadro en el cual están expuestas las atrocidades y por ese cuadro y de la misma forma que lo ha dibujado, va a ser ajusticiado".
Personajes como éste le vienen al autor de las historias múltiples de la tragedia de Colombia.
La tradición literaria: obras sobre la violencia y Viaje a una gota de sangre
Una larga lista de obras de escritores que han abordado el conflicto colombiano le ha permitido a Ferreira tener una visión general de la violencia y la literatura en su país. Se paseó por las secuelas de las guerras republicanas, de García Márquez, a la masacre de las bananeras en Cepeda Samudio, por la Violencia de los años 40-50, obras como Viento Seco, de Daniel Caicedo; Marea de ratas, de Echeverri Mejía; Cóndores no entierran todos los días, de Gustavo Álvarez Gardeazábal; El día señalado, de Manuel Mejía Vallejo; los cuentos de Hernando Téllez; los años 60s y los relatos de Arturo Alape y Alfedro Molano; Sin remedio, de Antonio Caballero, y otras mas recientes como Tres ataúdes blancos, de Antonio Ungar, y el El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vásquez. Del largo inventario de escritores que publicaron novela de la violencia en los años 90 resalta al autor de la Virgen de los Sicarios, de Fernando Vallejo: "Su obra es tan contundente que descuella por encima de otras aparecidas en la misma época, en ella el odio se convierte en algo creativo; hay una visión desesperanzada de estos conflictos irresolubles y poetizada por una voz muy potente, por ese Yo exacerbado de Vallejo, que sacude al lector".
El ganador del Premio Alba Narrativa apuntó que el problema de la violencia es tan epidérmico que muchas veces no permite utilizar recursos literarios para explorar otras formas de narrarla y la novela se cae por la sensiblería, la denuncia y el inventario de muertes.
"Pretendo hacer una cadena de voces que atraviesan un siglo y presentarla con una forma renovadora en su estética; un obra que refleje los ciclos de la guerra, narrada sin pudor".
Actualmente está trabajando en completar una pentalogía de la cual esta novela hace parte, al igual que La balada de los bandoleros baladíes, ganadora del Premio Latinoamericano a Primera Novela Sergio Galindo 2010, de la Universidad Veracruzana, México, y que narra el mundo interior de los criminales.
27/03/2011
No es un inventario más de asesinatos de la guerra interna en Colombia, en la novela Viaje al interior de una gota de sangre, ganadora del Premio Alba Narrativa 2011, su autor, Daniel Ferreira, busca el mundo interior de las víctimas de la violencia en su país, para dónde iban, qué querían, con qué soñaban.
Cuando nació, hace 29 años, en el departamento de Santander "Colombia era un desastre". Vivió en un entorno marcado por la muerte que recorría su país y por la pugna entre paramilitares y guerrilla. El miedo estaba instalado en el ambiente, estaba en el pasado, hasta en testimonios de sus abuelos y bisabuelos:
"Siempre la vida fue mediatizada por la violencia, la gente se movilizaba de un pueblo a otro porque había violencia, porque estaban quemando las casas, fusilando a hombres en los parques o matando a las mujeres".
Uno de los juegos que compartía con sus amigos en la infancia era ir a ver los cadáveres que dejaba esa violencia en su pueblo y precisamente la imagen de un niño recorriendo las huellas de la matanza fue la que generó la novela Viaje al interior de una gota de sangre.
Con la adultez también llegaron las preguntas, y para responderlas -aunque le interesa la crónica y el reportaje- los recursos del periodismo le parecieron insuficientes para describir profundamente la violencia que ha padecido su nación.
"Usted puede leer una y otra crónica sobre las masacres y sin embargo sentir que no llegan a conclusiones vitales".
Por ello se aferra a la literatura y a las posibilidades de la ficción.
Viaje al interior de una gota de sangre aborda el mundo interior de quienes fueron asesinados en una incursión de objetivo múltiple, una matanza a la colombiana:
"Con qué cosas soñaban, eran padres de... o hijos de.. Trato de humanizarlos, darles rostro", dice.
En uno de los capítulos: Una hoguera para que arda Goya, el autor rescata el mito de los antiguos mensajeros persas, que eran asesinados si llevaban malas noticias, para instalarlo en la modernidad.
"Hay un hombre que pinta un cuadro en el cual están expuestas las atrocidades y por ese cuadro y de la misma forma que lo ha dibujado, va a ser ajusticiado".
Personajes como éste le vienen al autor de las historias múltiples de la tragedia de Colombia.
La tradición literaria: obras sobre la violencia y Viaje a una gota de sangre
Una larga lista de obras de escritores que han abordado el conflicto colombiano le ha permitido a Ferreira tener una visión general de la violencia y la literatura en su país. Se paseó por las secuelas de las guerras republicanas, de García Márquez, a la masacre de las bananeras en Cepeda Samudio, por la Violencia de los años 40-50, obras como Viento Seco, de Daniel Caicedo; Marea de ratas, de Echeverri Mejía; Cóndores no entierran todos los días, de Gustavo Álvarez Gardeazábal; El día señalado, de Manuel Mejía Vallejo; los cuentos de Hernando Téllez; los años 60s y los relatos de Arturo Alape y Alfedro Molano; Sin remedio, de Antonio Caballero, y otras mas recientes como Tres ataúdes blancos, de Antonio Ungar, y el El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vásquez. Del largo inventario de escritores que publicaron novela de la violencia en los años 90 resalta al autor de la Virgen de los Sicarios, de Fernando Vallejo: "Su obra es tan contundente que descuella por encima de otras aparecidas en la misma época, en ella el odio se convierte en algo creativo; hay una visión desesperanzada de estos conflictos irresolubles y poetizada por una voz muy potente, por ese Yo exacerbado de Vallejo, que sacude al lector".
El ganador del Premio Alba Narrativa apuntó que el problema de la violencia es tan epidérmico que muchas veces no permite utilizar recursos literarios para explorar otras formas de narrarla y la novela se cae por la sensiblería, la denuncia y el inventario de muertes.
"Pretendo hacer una cadena de voces que atraviesan un siglo y presentarla con una forma renovadora en su estética; un obra que refleje los ciclos de la guerra, narrada sin pudor".
Actualmente está trabajando en completar una pentalogía de la cual esta novela hace parte, al igual que La balada de los bandoleros baladíes, ganadora del Premio Latinoamericano a Primera Novela Sergio Galindo 2010, de la Universidad Veracruzana, México, y que narra el mundo interior de los criminales.
Viaje al interior de una gota de sangre, Premio de novela ALBA Narrativa
El jurado, constituido por el argentino Vicente Battista, el cubano Reynaldo González y la venezolana Sol Linares, resaltó que la novela de Ferreira "destila poesía y violencia, resuelta mediante una formidable y ajustada escritura".
El resultado del concurso, abierto para escritores menores de 40 años, se dio a conocer dentro del marco de la Feria Internacional del Libro de Cuba, en la cual también se presentaron las novelas galardonadas con el ALBA Narrativa 2010. El premio es organizado por el Fondo Cultural de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) a través del Centro Cultural Dulce María Loynaz de La Habana, e incluye la publicación de la obra ganadora en 10.000 ejemplares. EFE
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